Fue MiniLooko el primero en darse cuenta de que algo raro estaba
pasando.
-¡Anda, anda…!, ya estás con tus fantasías fantasiosas –le contesté-. Que sí, que sí, que ya están aquí LOS VERDADEROS MUERTOS VIVIENTES…. ¡jajaja!.
Viendo que no le hacía el menor caso, se fue directo hacia papá que en aquellos momentos se estaba pegando con uno de los ojos de maquillaje que se había colocado y que pugnaba por salirse de su órbita de tanto meneo y tanto baile; claro, como no está acostumbrado el pobre.
¡A ver, a ver…!, de poca costumbre nada de nada, que uno siempre dominó el pasodoble de forma magistral, lo que ocurre es que generalmente no me muestro en público y claro, cuando me ven desplegar tanto arte se quedan pasmados. Mas es cierto, el pequeñajo se lanzó contra mí y de forma atropellada me soltó:
Uno de los recién incorporados enganchó por la cola a un perro pequeño que llevaba una señora de paseo y en un visto y no visto se lo zampó… ¡con collar incluido!
Rápidamente atraje a los niños hacia mí y…
¡Pero qué dices, si te entró una temblona que casi te tenemos que sujetar para que no te cayeras!.... ¡menudo valiente!.
¡Eh, eh… que eso no es cierto, lo que pasó es que tenía las piernas algo machacadas de la marcha y, ya sabes, la rodilla, el talón, la ciática …!
Bueno, bueno…, todos tenemos un poco de razón: yo temblaba de miedo, vosotros me sujetasteis y os sujetasteis a mí y el pequeñajo al menos no se puso a chillar y, de casualidad, dio con la solución.
Debo de reconocer que, en esta ocasión, tienes algo de razón. Temblábamos de miedo, pero más aún al comprender que ¡éramos los únicos que parecíamos habernos dado cuenta de lo que estaba sucediendo!. Había que hacer algo, y rápido, o en poco tiempo Madrid se convertiría en una auténtica CIUDAD ZOMBIE.
Fue en ese instante de terror cuando MiniLooko dijo:
¡Esa era la idea!: reunir a los zombies auténticos y sacarlos de allí antes de que se comieran a todo bicho viviente...
En ese momento empezó a sonar a todo volumen el “Zombifícate” de Leonardo Dantés:
“¡¡Zombifícate, zombifícate,
la Zombiterapia está superbien.
Zombifícate, zombifícate,
la Zombiterapia está superbien!!”
El zomberío auténtico se giró en pleno y se dirigieron lentamente hacia el origen del sonido que no era otro que el propio Leonardo Dantés subido en un Dos Caballos descapotable y disfrazado de un horroroso Beetlejuice.
Papá se fue rápidamente hacia él sin soltarnos de las manos y se puso a los mandos del coche diciéndole a Dantés que no dejara de cantar.
El cantante nos miró estupefacto y yo le expliqué como pude lo que estaba sucediendo. Cuando Leonardo vio cómo una de esas cosas se zampaba la cabeza de un pobre transeúnte de un bocado, se dio cuenta de que el asunto era muy serio y continuó con la voz algo más temblona:
“En el Árbol Zombi es la salida
-“¿Te fijado en los
“nuevos” que se están incorporando al desfile?... ¡Esos sí que dan miedo de
verdad!. No sé por qué, pero tengo la sensación de que están ocurriendo cosas
muy raras. A uno de ellos le acabo de meter un pisotón que si hubiera sido papá
me habría dado un sopapo que no veas y,
nada, se ha quedado tan tranquilo. ¿Y ese otro que no hace nada más que mirarnos
a todos relamiéndose los labios?, … tú
ríete pero a mí me está entrando un canguele”.
-¡Anda, anda…!, ya estás con tus fantasías fantasiosas –le contesté-. Que sí, que sí, que ya están aquí LOS VERDADEROS MUERTOS VIVIENTES…. ¡jajaja!.
Viendo que no le hacía el menor caso, se fue directo hacia papá que en aquellos momentos se estaba pegando con uno de los ojos de maquillaje que se había colocado y que pugnaba por salirse de su órbita de tanto meneo y tanto baile; claro, como no está acostumbrado el pobre.
¡A ver, a ver…!, de poca costumbre nada de nada, que uno siempre dominó el pasodoble de forma magistral, lo que ocurre es que generalmente no me muestro en público y claro, cuando me ven desplegar tanto arte se quedan pasmados. Mas es cierto, el pequeñajo se lanzó contra mí y de forma atropellada me soltó:
-"¡papápapáquesossonzombisdeverdad…
miramira…!”
Uno de los recién incorporados enganchó por la cola a un perro pequeño que llevaba una señora de paseo y en un visto y no visto se lo zampó… ¡con collar incluido!
Rápidamente atraje a los niños hacia mí y…
¡Pero qué dices, si te entró una temblona que casi te tenemos que sujetar para que no te cayeras!.... ¡menudo valiente!.
¡Eh, eh… que eso no es cierto, lo que pasó es que tenía las piernas algo machacadas de la marcha y, ya sabes, la rodilla, el talón, la ciática …!
-"¡Ni el uno ni el
otro, si no llega a ser por mí ahora mismo no estaríais contando lo que pasó!".
Bueno, bueno…, todos tenemos un poco de razón: yo temblaba de miedo, vosotros me sujetasteis y os sujetasteis a mí y el pequeñajo al menos no se puso a chillar y, de casualidad, dio con la solución.
Debo de reconocer que, en esta ocasión, tienes algo de razón. Temblábamos de miedo, pero más aún al comprender que ¡éramos los únicos que parecíamos habernos dado cuenta de lo que estaba sucediendo!. Había que hacer algo, y rápido, o en poco tiempo Madrid se convertiría en una auténtica CIUDAD ZOMBIE.
Fue en ese instante de terror cuando MiniLooko dijo:
-“Si pudiéramos
meterles a todos en un autobús y llevárnoslos lejos… pero, claro, ¿quién les va
a convencer para que lo hagan…?”
¡Esa era la idea!: reunir a los zombies auténticos y sacarlos de allí antes de que se comieran a todo bicho viviente...
En ese momento empezó a sonar a todo volumen el “Zombifícate” de Leonardo Dantés:
“¡¡Zombifícate, zombifícate,
la Zombiterapia está superbien.
Zombifícate, zombifícate,
la Zombiterapia está superbien!!”
El zomberío auténtico se giró en pleno y se dirigieron lentamente hacia el origen del sonido que no era otro que el propio Leonardo Dantés subido en un Dos Caballos descapotable y disfrazado de un horroroso Beetlejuice.
Papá se fue rápidamente hacia él sin soltarnos de las manos y se puso a los mandos del coche diciéndole a Dantés que no dejara de cantar.
El cantante nos miró estupefacto y yo le expliqué como pude lo que estaba sucediendo. Cuando Leonardo vio cómo una de esas cosas se zampaba la cabeza de un pobre transeúnte de un bocado, se dio cuenta de que el asunto era muy serio y continuó con la voz algo más temblona:
“En el Árbol Zombi es la salida
de la marcha más divertida.
Muertos vivientes, caminantes
y no muertos inquietantes
calles y plazas de Madrid
recorren con ganas de sentir
sensaciones nuevas
que a otra galaxia llevan.”
Despacio, muy despacio… a ritmo de zombie, vaya, nos dirigimos... ¡¡¿hacia dónde?!!!.
- “¿por qué no les llevamos al río?”
¡Pues claro, esa era la solución…!, pero… ¿a qué río, si lo que hay en esta ciudad no alcanza ni la categoría de reguero?!.
Me quedé pensativo un instante: efectivamente, esta ciudad no tiene río, pero tiene algo mucho más peligroso para un zombie: ¡¡LOS TÚNELES DE LA M30!!.
A la entrada de ese laberinto infernal empezamos a perder las primeras unidades de zombies: unos se equivocaban de túnel, otros, los más, se daban cabezazos en las paredes desesperados por no encontrar una salida, otros tantos se quedaban petrificados al ver cómo les retrataba una cámara oculta sin saber qué había hecho.
Mientras tanto, Leonardo canta que te canta y la muchachada sigue que nos sigue.
Muchos quedaban todavía cuando recordé una de las cosas que había hecho esta última semana en el Colegio: la visita al CRU de Colmenar Viejo. Allí debería estar la solución definitiva del problema.
continuará ... o no.
como mola!!!
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