Ayer leía en el último libro de Erri de Luca la razón por la
que subía montañas: “para coger
distancia”. Raro es el montañero, alpinista, escalador, al que no le han
preguntado en más de una ocasión por qué sube hasta allá arriba; ¿qué se le ha
perdido?. Las respuestas suelen ser muy
diversas, desde la archiconocida “porque está ahí”, hasta algunas mucho más
elaboradas relacionadas con un existencialismo complejo de transmitir.
Algo parecido le ocurre al corredor de fondo: ¿por qué
corres?. Al menos el alpinista siempre
podrá hablar de paisajes, de vistas increíbles, de la satisfacción de llegar
arriba, a la meta. El fondista casi nunca puede refugiarse en su entorno, sólo
algunos pocos afortunados podemos disfrutar de la NATURALEZA MAYÚSCULA mientras
corremos, por tanto, tampoco hay vistas, y casi siempre, la llegada a la meta
está acompañada del máximo de sufrimiento.
No existe la mítica nada más que en los libros. En un maratón, cuando estás llegando a la meta, ni te fijas
si está la familia, o los amigos y ni siquiera te cabe la satisfacción de haber
terminado. Sólo piensas en que ese sufrimiento extremo acabe de una vez.
Y aun así, corremos. Para
coger distancia.
Mientras corría esta mediodía he pensado en esas palabras y
me he permitido la licencia de hacerlas mías y utilizarlas como
explicación/justificación de aquello que me apasiona. Cuando corres no sólo te
alejas de tu entorno, también tomas distancia de ti y de tus hechos. Lleves ese
pensamiento asociativo del profesional que está atento al más mínimo gesto de
carrera, o corras con la mente puesta en el carro de la compra que cuando
acabes tendrás que hacer. Siempre está esa distancia desde la que contemplas y
te contemplas.
Quizás también por ello haga mis rutas circulares. Era algo
instintivo, más una manía (una más) que algo realizado con algún tipo de
fundamento. Ahora sé que también "circulo" para alejarme, rodearme y regresar.
Otro viaje, otra carretera, otro aprendizaje.
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